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Llegué acá con nuevas conclusiones y otras incertidumbres igual de grandes como inamovibles.

Hay miedos que se instalaron en mí y yo los alimenté como una cría a punto de morir. Hoy son parte de mí y ya no intento amansarlos. Solo los observo sin prisa ni pausa para entenderlos un poco mejor. Crecieron de mí bien cuidado. Crecieron fuertes y descarados. Tenaces, insatisfechos y demandantes. A veces intento engañarlos y otras veces simplemente los abrazo. Ahora mismo, entiendo el miedo como una reacción biológica casi que cariñosa para conmigo misma. Si no sintiera miedo, capaz tendría problemas más graves que atender. Como la insensibilidad generalizada o una arrogancia que ya no puedo tener con tanta tranquilidad, irónicamente, porque ya no soy adolescente y ya no tengo donde patalear. 

Tengo tantas incomodidades como incoherencias. Soy tan incongruente que no hay tantas cosas en mí que me tome muy en serio. Solo mi sentido común, mi cúmulo de verdades fundamentales y esos miedos que acarreo:

  • No se deben forzar las leyes de la física. No pelear con carniceros. No mirar a los hombres a los ojos. Ser considerada con el espacio y tiempo ajeno. Cuidar lo propio como si fuese un regalo. Ser cuidadosa con los dolores que desconozco. No posibilitar conflictos que no pueda cerrar. Cuidar el espacio que habito. Mirarme a los ojos en el espejo. Tomar más el accionar que la duda. Utilizar con responsabilidad la ley del menor esfuerzo: No hacer en dos viajes lo que se puede hacer en uno. Producir por sobre consumir. Hacer sin ganas muy de vez en cuando. No salir de la casa sin llave, ni SUBE, ni batería en el celular. Saber orientarme en tiempo-espacio. Leer el estado de situación dentro de una habitación. No dejarse estancar por la resignación.

  • El buen vivir se construye en colectividad. El capitalismo es el Sistema de la miseria y el fracaso. La heterosexualidad es una estafa piramidal. Los Estado-Nación solo son la consecuencia de un genocidio. La territorialidad se siembra en la comunidad del barrio. La política partidaria es una basura. Oscilar entre la bondad y la rabia orientada. Ser mujer es una construcción histórica. Ser lesbiana es una puerta que espera ser abierta. 

  • Que el temor me paralice. Que un accidente ocurra y no pueda hacer más que observar sin oir. Una oportunidad que se escapa por la espera. Sobreenfocarme en la mirada ajena, sentirme demasiado vista, demasiado atendida. Presenciar como cambia lo que creí inalterable. La muerte de mi madre.

Siento que no cambié mucho. Me he vuelto más tosca y armada-en-mí-misma. Creo saber quién y cómo soy, aunque esto en realidad, siempre lo supe muy bien. Pero ahora me siento más recompuesta en mí persona. Reconozco lo que me pica por dentro. Lo observo y lo pienso de vez en cuando. Pero ya no quiero cambiarlo. Ahora reposa en mi pecho y pide atención hurgando entre mis costillas. Sigo igual de terca e igual de desconfiada.  Me cuesta la palabra hablada. Gasto tanta energía en poner palabras en mí boca que me es un sacrilegio no poner particular atención en cómo y quién gastarla. Ya no encuentro comodidades tan fáciles, ni me adapto con elegancia. He perdido gran parte de mí paciencia y ya no me enfoco más que en cosas que me movilicen vivamente. Encontré que las cosas en las que vuelco mis estructuras son sumamente egoístas y propias. No me gusta que manoseen lo que me cuesta trabajo pensar ni que me aconsejen en tareas que desconocen.

Le encontré un valor más fundamental a mí vida, nomás por ser vida más que otra cosa. Ahora veo el futuro, ni bueno ni malo, ni blanco ni negro, ni dulce ni salado. Pero lo veo. No estará lleno de demasiado, ni tendrá alfombras de mal gusto o se situará en una geografía distinta a la que plenamente conozco. Pero fundamentalmente, será. 

Con el tiempo, me he dado cuenta que me emocionan demasiadas cosas. Las palabras bien dichas, con sentimiento impregnado, en el momento justo y con la intención fogoneando, es algo que me atraviesa hasta lo más profundo. Un discurso con la voz afilada y sílabas bien pronunciadas. Una canción de Mercedes Sosa. Una pequeña o dos palabras de mí madre. Estas me emocionan porque me parecen incomprensibles entre mis capacidades. Otras me emocionan por el simple hecho de que la felicidad ajena me conmueve hasta lo desconocido. Me alegra el progreso y la alegría de la otra como la propia. Quiero ser la persona que yo quisiera que alguien sea por mí. Intento ser atenta, liviana como una pluma y decir lo necesario que se deba. Intento que este presente tan desaturado no me rellene de violencia. Busco ser un pequeño y microscópico poste de seguridad para alguien desde donde impulsarse. Intento mantener la respiración tranquila al menos una o dos veces al día. Que las impulsividades que me ataquen sea en pos del bien común y no para la destrucción improvisada. Busco la construcción y la calma, no la tiranía ni la deshonra. Quiero traer más soluciones que problemas. Más preguntas retóricas que respuestas dadas. 


Todavía no creo en la magia de los cumpleaños ni tampoco crea que tenga algo fantástico que festejar. Pero capaz este año tengo ganas de hacer algo nuevo y al menos ser reconocida como una persona que vivió y cumple años en el planeta. Todos mis cumpleaños tienen un leve sabor a nostalgia y tristeza, pero este al menos está cargado de una pequeña sensación de esperanza hacía lo desconocido. Lo cual no ocurre tan seguido.

Veintiseis es un número grande. He aprendido mucho y desaprendido mucho más.


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