cúmulo de sangre
(3 de julio del 2019)
Me reconforta pensar que no es mi culpa pero hasta qué punto si no me sé reconocer, si no me siento en lo que se supone que me identifica. No me siento y no quiero pensarlo mucho. Un paño mojado de lágrimas, húmedo y encima de él, un borrador a lápiz. Diría sin forma, diría flácido. No sé si me estoy describiendo. Perdón, retomo.
Me reconforta pensar que no es mi culpa, que todos los males surgieron de su carne, no de la nuestra. Pero aún en el reconforte; me broto, me rindo de lleno y como resultado, me desconozco. Me transformo en un ente difuso y empañado. Ilegible.Pero no es mi culpa, repito adentro para lavar culpas que no deberian de serlo pero que se instauraron de tanta replica. Qué quieren que le haga, a mí también me duele. Bueno, retomo.
Soy un cúmulo de sangre que se coagula en heridas, de piel reseca por el viento áspero, de labios paspados, quebradizos y unos ojos cansados por el peso de las deshoras. Pero todo eso es mentira, entendés. O no sé si mentira, pero no basta, es cartón y cotillón para rellenar todo ese vacío que no sé. Te das cuenta que todo es un zig zag dentro de un círculo vicioso.
Sinceramente (hasta donde llegaron mis lógicas), un cuerpo que atravesado por un contexto de odio, que criaron-tallaron para servir y dar, a cambio del propio asco. Atravesado como un puñal, con el corte expuesto, con los huesos desnudos. Es triste. Porque me rindo y me desconozco.
Pero ante la tristeza mi método de defensa in-consciente es el odio organizado que hace que con lo poco que me queda de fuerza, de este cúmulo de sangre, remueva la tierra suelta para sembrar un par de ovarios y que estas se enraícen en ramas ajenas, que se hacen propias, que se hacen una. Que somos nosotras, que somos todas. Lo planto como bandera porque no sé quién (o qué) soy, solo sé que somos todas.
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